Es el protagonista de la primera obra publicada de Jean Marie Gustave Le Clézio, titulado Le Procès-verbal (1963). Esta novela, que obtuvo el Premio Renaudot, atrae a los críticos, sobre todo y entre otras razones, por las particularidades de su protagonista que se diferencia en muchos aspectos del personaje de novela tradicional. De hecho, la riqueza de las múltiples inspiraciones genéricas de las que el personaje está impregnado en el relato sitúa esta novela en la encrucijada de los géneros como la novela policiaca, la Nueva Novela, la novela postmoderna, la novela existencialista, la novela surrealista, etc. Adam Pollo es el eje de las diversas lecturas que emanan de la novela. Construye igualmente ricas relaciones intertextuales a través de referencias bíblicas como Adam, el primer hombre, por los ecos que hace con las referencias a los personajes novelescos como Meursault (Salles, 2006, 258) Roquentin (Léger, 2004, 97-103) o Robinson Crusoé, o incluso a través de referencias a los mitos como el dios griego Apollon. Es el único eje de desarrollo del relato que en realidad es una cadena de escenas de su vida tanto exterior como interior. La novela relata sus pensamientos, sus sueños, sus gestos y sus relaciones con los otros, en fin, su manera de ser. Invita al lector a acompañar al protagonista en su “processus de la ‘surconscience’”, ​​ lo que puede ser el origen de su alienación (EM, 95). Huyendo toda responsabilidad, Adam se rebela contra la civilización y sus males. Encarna un ser marginal, “a-social, imprévisible, livré aux aléas, sans statut et sans avenir » (Onimus, 1994, 131). Después de lanzar su moto al mar para hacer creer que está muerto, deja su casa familiar y se aísla en una casa abandonada en una colina, lejos del espacio urbano de una ciudad costera en el sur de Francia. Le Procès-verbal refleja, como en un “roman-puzzle”, esta etapa de la vida de Adam: entre su huida y su traslado al hospital psiquiátrico.

 

La primera distinción de este personaje es el esbozo desproporcionado de sus componentes constitutivos. Por ejemplo, las indicaciones concernientes a su representación física son muy limitadas. Con respecto a esto, el lector sólo recibe una breve descripción de la apariencia de Adam al principio de la novela: “c’était un garçon démésuré, un peu voûté […]. Il avait l’air d’un mendiant […]. Il était vêtu uniquement d’un pantalon de toile abîmé, Sali de sueur, dont il avait replié les jambes jusqu’à hauteur des genoux” (PV, 15). ​​ En el penúltimo capítulo de la obra, el autor dedica un párrafo a las precisiones corporales, a saber, la cara, el cabello, los hombros, el busto y las manos (PV, 230). Al lector se le priva también de los datos de identidad que informan sobre el pasado, la situación profesional o familiar del personaje. No puede saber incluso si Adam “sortait de l’asile ou de l’armée” (PV, 57). Esta restricción de información va en detrimento del realismo que a menudo esperan los lectores y recuerda así los personajes de la Nueva Novela. De hecho, el aspecto realista ya queda desvirtuado en el íncipit, por la utilización de la fórmula inicial propia de los cuentos: “Il y avait une petite fois, pendant la canicule, un type qui était assis devant une fenêtre ouverte” (PV, 15).

 

En cambio la representación de la subjetividad de Adam ocupa un lugar importante a lo largo del relato. Su despreocupación y su inacción constantes permiten una deliberada concentración sobre su interioridad. Adam tiene la costumbre de pasar tiempo en silencio y en la indiferencia, espiando a la gente o contemplando la naturaleza: “La vie d’Adam Pollo, c’était bien celle-là. La nuit, allumer les cierges au fond de la chambre, et se placer devant les fenêtres ouvertes […]. Attendre longtemps, sans bouger […] que les premiers vols de papillons de nuit arrivent […] ; alors, se coucher par terre, dans les couvertures, et regarder, les yeux fixes, le grouillement hâtif des insectes” (PV, 22). La pasividad de Adam le priva de cualquier apariencia de héroe. Se añaden igualmente otras características como la violencia, que le acercan más a un anti-héroe. Maltratar a los animales en un parque zoológico (PV, 87), arrancar sin motivos un rosal (PV, 115), intentar violar a Michèle (PV, 42), matar cruelmente a una rata con una bola de billar (PV, 124) y dañar el tallo de un bambú (PV, 115) son sólo algunos de sus actos violentos. Situándose al margen de la sociedad, Adam sobrevive robando en los supermercados o haciéndose ayudar por Michèle con quien mantiene una relación ambigua. ​​ 

 

Otra especificidad del protagonista del Procès-verbal, que haciéndose eco así de los personajes de la literatura postmoderna, es su dimensión enigmática y paradójica. Este aspecto crea en todo momento “une double piste” de lectura (Roussel- Gillet, 2011, 108). De esta manera, Adam no tiene ningún deseo de comunicarse con los demás. Incluso imagina los diferentes medios de los cuales hubiera podido valerse para no hablar, en lugar de retirarse en una casa abandonada: comprar un loro para dejarlo hablar en su lugar, disfrazarse de ciego, de esta manera “les autres n’auraient pas osé l’approcher” (PV, 110); o vender billetes de lotería para impedir “quiconque de lui parler en criant régulièrement […] Tentez votre chance!” (PV, 110). Por el contrario, sorprende el lector enardeciendo los desconocidos e invitándoles a hablar: “apprenez à parler. Essayez, vous aussi. Même si vous n’avez rien à dire […] allez, parlez de droite et de gauche. Propagez la bonne parole” (PV, 247). También escribe cartas a Michèle que no le envía nunca, o sueña viajar y tener “un ami dans chaque ville” para volver a estas ciudades los días cuando le es imposible encontrarse con sus amigos (PV, 134). En otro capítulo Adam mata sádicamente a una rata, pero llora cuando la arroja por la ventana al pie de un arbusto espinoso (PV,125). Más tarde, en una carta dirigida a Michèle, describe el cadáver dislocado de la rata sin tener el mínimo recuerdo de la tortura que le había infligido (PV, 126). Así mismo, después de haber intentado violar a Michèle, le “fait cadeau de (s)on imperméable” (PV, 43) mientras que en varias ocasiones le pide reembolsar el valor de la gabardina (PV, 221, 222). Como lo anuncia el extracto del periódico, Adam es reconocido como un “maniaque” esquizofrénico que sufre trastornos psicológicos (PV, 256). El diagnóstico del médico lo confirma: “délire paranoïde systématisé, tendance à l’hypocondrie, mégalomanie (s’inversant parfois en micromanie), manie de la persécution” (PV, 287). Sin embargo, en sus conversaciones con Michèle, y también cuando trata de responder a las preguntas de los internistas del hospital psiquiátrico, suele hacer comentarios filosóficos que intrigan a los demás. Estos propósitos parecen fascinar a Julienne, una de las internistas, quien se lo toma en serio contrariamente a sus colegas. En la escena de la masacre de la rata, al encontrarse “un air de parenté” con este finalmente, Adam “se transforme en rat blanc” (PV, 118), y sin embargo al mismo tiempo es su asesino. El “phénomène de renversement humain-animal” (Amar, 2004, 124) sucede frecuentemente en Adam. La dualidad en él es sobretodo notable en su manera de vivir entre hombre y animal: “Lui, Adam, était bel et bien perdu; n’étant pas chien, (pas encore, peut-être) il ne pouvait se retrouver à travers toutes ces annotations posées à plat sur la chaussée, ces odeurs […]. Et n’étant plus humain, en tout cas, jamais plus, il passait sans rien voir en plein centre de la ville, et plus rien ne disait plus rien” (PV, 102).

 

La animalidad es una de las propiedades de Adam Pollo. Para él, es una forma de experimentar la alteridad y otra manera de ser. Adam sigue así durante horas “un chien seul” en sus deambulaciones, imitando su comportamiento. La imitación de los ladridos del perro, la de los chillidos de la rata o los movimientos de los animales en el jardín zoológico van en el mismo sentido. El deseo de identificarse con los animales proviene de hecho del desprecio de la vida absurda de los hombres atrapados en la cotidianidad de la vida moderna, “une vie d’esclaves dans un monde d’esclaves” (Lhoste, 1971, 30). Para escapar a esta vida, Adam se abre a otras formas de existencia. Sus medios de alcanzar estos medios son la presencia hiperestésica en la naturaleza y el éxtasis material (Salles, 2007, 233-234), pues “la voie des certitudes est celle de l’extase matérielle” (PV, 204). Sus experiencias de éxtasis son múltiples e importantes. Prueba de ello es la unión de Adam al “monde rupestre”, al “lion”, “aux mousses et aux lichens”, al “gel minéral”, etc. Ya no es más la razón que mueve a Adam, sino sus sentidos, pues “seule la connaissance sensorielle est mesure de la vie” (PV, 36). “Fier de n’avoir plus grand chose d’humain” (PV, 22), Adam es consciente de su condición existencial y desea alcanzar el estado de vida pura, “ser del ser”. Esta experiencia singular se realiza más allá de los límites espacio-temporales, en una “simultanéité” absoluta que resulta de “l’anéantissement total du temps” (PV, 203). Adam se convierte en lo que percibe a través de sus sentidos : “A force de voir le monde, le monde lui était complétement sorti des yeux, les choses étaient tellement vues, senties, ressenties […] qu’il était devenu comme un miroir à facettes” (PV, 91). Este juego de “multiplication” y de “identification” le ayuda a “s’anéantir” para convertirse en otro (PV, 205). Situarse en un espíritu “antéhumaniste” (Chung, 2001, 246) y “sympoétique” dentro del universo, para descubrir su verdad ontológica es de hecho el proyecto que Adam propone al hombre moderno durante el tiempo de una lectura.

 

 

Maryam Sheibanian (2022)

Traducido por Yonay Pinto (2023)

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

AMAR, Ruth, Les Structures de la solitude dans l’œuvre de J.M.G. Le Clézio, Paris, Publisud, 2004; CHUNG, Ook, Le Clézio, Une écriture prophétique, Paris, Imago, 2001; LE CLÉZIO, Jean-Marie Gustave, Le Procès-verbal, Paris, Gallimard, 1963; L’Extase matérielle, Paris, Gallimard, 1967; LHOSTE, Pierre, Conversations avec J.M.G. Le Clézio, Paris, Mercure de France, 1971; LÉGER, Thierry, « La Nausée en procès ou l’intertextualité sartrienne chez Le Clézio », in Sophie JOLLIN-BERTOCCHI et Bruno THIBAULT (dir.), Lectures d’une œuvre: J.-.M.G. Le Clézio, Nantes, Éditions du temps, 2004, p. 95-103; ONIMUS, Jean, Pour lire Le Clézio, Paris, Presses universitaires de France, 1994; ROUSSEL-GILLET, Isabelle, J.M.G. Le Clézio écrivain de l’incertitude, Paris, Ellipses, 2011; SALLES, Marina, Le Clézio notre contemporain, Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2006; Le Clézio Peintre de la vie moderne, Paris, L’Harmattan, 2007.

 

 

 

 

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