« Villa Aurore »

Es la quinta novela corta de la recopilación La Ronde et autres faits divers (1982), « Villa Aurore » fue publicada primero en la revista NRF, n°350, el mismo año de la publicación de la obra. Con los colores de Niza como telón de fondo, escenifica la expansión urbana que conlleva a la inexorable destrucción de los barrios antiguos en beneficio de los promotores inmobiliarios, reduciendo el espacio amenazado a una villa y a sus dependencias. Si el suceso pudiera resumirse en el rechazo de la propietaria – una señora de edad – de dejar su casa a pesar de la presión y el acoso cada vez más frecuente, Le Clézio llega a dar una dimensión aun más amplia y profunda a este drama adoptando una narración en primera persona, hecha por un joven narrador que cuenta su interacción con este espacio en tres momentos diferentes de su vida, dibujando de esta manera une ronde des temps alrededor de un mismo lieu de mémoire individuelle.

 

En primer lugar remerora su infancia – periodo de felicidad vivida bajo la fascinación de Villa Aurore. El recurso abundante del imperfecto, contribuye a dibujar el decorado, con el motivo del círculo en filigrana, en el centro de un tiempo mítico, marcado por la lentitud: “Depuis toujours, Aurore existait, là, au sommet de la colline […].” (p. 109) Todo concuerda para conferirle una existencia al margen: ante la ausencia de un nombre real, la villa se llama “Aurore” quizás “à cause de sa couleur de nuage justement, cette teinte légère et nacrée pareille au ciel du premier matin” (p.109), mientras que el número grabado sobre uno de los pilares de la entrada, completamente borrado, excluye el lugar de la sistematización urbana. El misterio de la señora de la villa Aurore, una especie de hada en su reino, contribuye a estimular la imaginación de los niños para quienes penetrar en la parte salvaje del jardín, poblada de gatos callejeros y de pájaros, es una aventura constantemente renovada. Se trata de un “dominio” insumiso a las leyes del tiempo, una especie de axis mundi y sobretodo expresión de la permanencia: “C’était un peu comme la présence de quelque chose de très ancien, de très doux et de très lointain […]” (p. 111) El motivo que fundamenta el relato aparece también bajo la forma del templo circular construido en el jardín abandonado, y sobre el cual la inscripción griega “OUPANOƩ” (“ciel”), mal comprendida durante mucho tiempo por el niño, es una palabra mágica muy capaz de llevar la imaginación "lejos atrás” en otro tiempo, a otro mundo, como el nombre de un país que no existiría (p. 113). Nombre retomado de hecho más tarde para designar justamente la tierra de utopía en la novela epónima Ourania.

 

Marcada por un lirismo donde se aprecia plenamente el estilo del escritor, esta primera parte establece no sólo las fronteras de un espacio real, sino sobre todo aquellas de un espacio interior, construido gracias a la contemplación asombrada que contiene algunos elementos claves de la obra Lecleziana. Así lo ilustran la atención al detalle gracias a una apertura sensorial ejercida durante horas à través de la vista (los gatos con sus peculiaridades, los mirlos con su vuelo pesado, los juegos de luces y de sombras, la harmonía entre el cielo azul y el resplandeciente mármol blanco del templo griego bajo el sol de verano) o el olfato (los laureles, las cortezas, la tierra roja) resonancias Proustianas, idóneos para construir una representación mental y afectiva detenida en el tiempo.

 

Sin embargo, acaba desvirtuándose. Con el procedimiento de la elipsis, el escritor trae de vuelta al narrador años más tarde, cuando éste, joven estudiante de derecho, desea volver a ver los lugares de su infancia. El silencio del período de la adolescencia se asocia a una amputación mnésica generada por el alejamiento físico y afectivo de Villa Aurore. También es la oportunidad para establecer una segunda realidad (exterior e interior) que se opone en todo a la primera, la novela corta se convierte así en el campo de batalla de los contrastes sobre los dos lados de tiempo.

 

En primer lugar hay una ruptura con la infancia y la pérdida del apetito por el misterio y el encanto, lo que se percibe como un desarraigo : “Celui qui avait disparu en moi, où était-il?” (p. 116) En segundo lugar, el redescubrimiento del camino hacia la villa Aurore equivale a la dolorosa toma de conciencia de la modernidad, lo que brinda a Le Clézio la ocasión para formular su acusación contra la urbanización acelerada. La topografía mental estalla bajo el efecto de un paisaje completamente rediseñado: edificios con nombres pretenciosos y vacíos construidos en desorden en la ladera, entrecortados con plataformas de alquitrán. La vegetación exuberante y salvaje del pasado se reduce a unos pocos árboles o es sustituida por una naturaleza domesticada, constituida sobre todo de plantas ​​ “sabias” ornamentales. Esto evoca una lucha entre lo mineral y lo vegetal y, desde entonces, la narración se vuelve una crónica de una guerra perdida, dando una impresión permanente de angustia y de muerte acechando por todas partes. Este escenario apocalíptico se percibe como una desorientación mnésica, la mutilación de lo familiar produce en el narrador un sentimiento de exilio en relación ante sí mismo. La ciudad tentacular parece conquistar no sólo la colina sino también el recuerdo que conserva de ella el joven testigo, de tal manera que este último se siente “depossédé, exilé, trahi, ou peut-être seulement exclu” (p. 118).

Los otros elementos que constituyen este paisaje contrastan profundamente con aquellos de su infancia, y su uso en la novela corta pone de relieve ciertas particularidades de la escritura lecleziana. Ante todo, la ciudad es un espacio hostil al misterio. La luz que se refleja sobre las fachadas blancas de los edificios es violenta y, ante la ausencia de una vegetación abundante que permita un sutil juego de sombras, pone al descubierto de manera angustiosa el mismo sentimiento de Martine en “La Ronde”. Por eso no es anodino que la ville Aurore se reencuentre solo a la caída de la noche, cuando esta luz se desvanece.

 

Sin embargo, su descubrimiento es un choque: la vegetación se ha vuelto alrededor de ella también, ya no hay nada que la esconda ni la proteja. La construcción ya no tiene nada que haga soñar, incluso ha perdido hasta el color que le dio su nombre. Antiguo dominio de un misterio atemporal hoy es portadora de los signos precursores de su fin: “triste, grise, abandonnée”, “d’un blanc-gris sinistre, couleur de maladie et de mort” (p.121). Más abajo de la ruta que la rodea (nueva referencia a la imagen del círculo), parece atrapada en una trampa. El silencio de los lugares ya no es mágico, sino más bien pesado, cercano al mutismo, da miedo. La decadencia física se refleja en la memoria, a la que le cuesta afianzarse en el pasado, de tal manera que el narrador se siente como un extranjero.

 

En cuanto a los personajes principales, cabe destacar la singularidad de este relato, ya que estos no sólo tienen un nombre, sino también un apellido. La identidad de la propietaria – Marie Doucet –, revelada debajo del timbre de la puerta, restablece momentáneamente el equilibrio, pero la realidad termina por imponerse. En la última parte del relato, conocemos también la identidad del narrador: Gérard Estève. Sin embargo, mas allá de la onomástica, estos detalles parecen reforzar la fractura entre el pasado casi mítico basado, entre otras cosas, sobre el misterio del anonimato, y el aquí y ahora del cambio que los protagonistas deben vivir.

 

Su encuentro, un año más tarde, cuando Gérard Estève regresa de nuevo con el pretexto de querer alquilar la habitación que Marie Doucet ofrece a un estudiante para protegerse contra aquellos que codician su casa – último obstáculo a la conquista inmobiliaria de la colina – finaliza el cuadro del desastre. El “frente” avanzado de varios edificios la hace tomar conciencia de que penetrar finalmente en el interior de la villa donde “tout était si vieux, si fragile” (p. 128) es su última aventura antes de que el dominio desaparezca. También es la ocasión para asentar a los personajes en los dos campos, los “ennemis” (el contratista, el alcalde y sus ayudantes, el arquitecto) designados por el pronombre sujeto “ils” – oposición bastante presente en la obra. El narrador tiene la intuición de que su victoria pronto será completa y que la villa está condenada desde ahora, sentimiento exacerbado por el regreso del silencio amenazador y la sensación de vacío. Sintiéndose impotente y derrotado huye, pero de manera simbólica, la única dirección es hacia el espacio urbano bajo la colina – un lento descenso a los infiernos donde reina la violencia sonora que él imagina prolongarse en sentido inverso, asaltando la villa Aurore ya cercada por la circunvalación como “un anneau de serpent” (p.132).

 

 

         Bogdan Veche (2022)

Traducido por Yonay Pinto (2023)

          

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

CAVALLERO, Claude, « Villa Aurore ou le jardin d’enfance », in Les Cahiers J.-M.G. Le Clézio, « À propos de Nice », no 1, Éditions Complicités, 2008, p. 131-147 ; GLAZIOU, Joël, LA RONDE et autres faits divers, Paris, Bertrand-Lacoste, coll. « Parcours de lecture », 2001 ; HANQUIER, Eddy, « Parole et silence chez Le Clézio », in Communication et langages, no 89, 3ème trimestre 1991, p. 18-29 ; LE CLÉZIO, Jean-Marie Gustave, La Ronde et autres faits divers, Paris, Gallimard, coll. « folio », 1982 ; LE MARINEL, Jacques, « La Ronde et autres faits divers de J.M. G. Le Clézio », in L’École des lettres, no 6, 1er janvier 1992, p. 33-46 ; MARTINOIR, Francine de, « Ceux qui n’ont pu choisir une autre vie » in La Quinzaine littéraire, no 371, 16/31 mai 1982, p. 5-6 ; PÉCHEUR, Jacques, « Feuilleton : La Ronde et autres faits divers », in Le français dans le monde, no 174, janvier 1983, p. 17 ; THIBAULT, Bruno, « Du stéréotype au mythe : l'écriture du fait divers dans les nouvelles de J. M. G. Le Clézio », in The French Review, vol. 6, issue 6, 1995, p. 964-975.